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5 formas para adorar a Dios: Adorar con Nuestro Dinero (Fragmentos de mi libro: Adoración Integral)

Fuente: Google Image Search Engine
Adorar a Dios con nuestro dinero es similar a adorarlo con nuestro tiempo, en el sentido de que lo importante no es “cuanto”, sino “como”.

Recordemos el caso de la viuda pobre en la Biblia: Jesús y sus discípulos están en el templo y observan a los que traen sus ofrendas. Algunos, en franco alarde delante de los presentes, traen sus sobras, y las hacen resonar para que todo el mundo vea su ‘generosidad’ con Dios y con el templo. Sin embargo, hay una pobre mujer que llama la atención del Señor Jesús. Se acerca en medio de todos al altar de las ofrendas, y sin que nadie la note (excepto Jesús) deposita ahí todo lo que poseía. Jesús miró con detenimiento y esta fue su conclusión:
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De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento. Marcos 12:43-44
Al leer esto, algo me queda muy claro. En primer lugar, Jesús no quiso decir que es necesario ofrendar todas las posesiones de uno para hallar gracia ante Dios. Si eso fuera así, ¡¡ay de aquellos que no ofrendan nada, aun teniéndolo todo!!
No se trata de eso. Más bien, Jesús exaltó el corazón despojado de aquella mujer. Ella no pensó en el “cuanto” sino en el “como”. Pensó simplemente en agradar a su Dios.
Por otro lado, Dios no necesita su dinero. Recuerde que en la Biblia está escrito que El es el dueño del oro y la plata. Lo que realmente agrada al Señor, es que cuando estemos movidos a dar algo, lo hagamos con el corazón dispuesto a adorarle a Él.
En Mateo 6:2-4, Jesús les enseña a sus discípulos que ofrendar haciendo alarde de ello, no tiene más recompensa que el ser reconocidos por los hombres. Pero el Señor nos enseña en los versos 3 y 4 que es mejor hacerlo en lo secreto, donde no nos vemos tentados a buscar la gloria personal o la aclamación de los demás. Dice la biblia que Dios, quien nos mira en lo secreto, nos recompensará en público. Pero, tengamos cuidado de que al ofrendar en lo secreto no llevemos la intención de solamente buscar esa “recompensa” del Señor. Cuando ofrendemos, hagámoslo para agradar al Señor únicamente, pero porque le amamos, porque tenemos gratitud hacia El. Ese es el tipo de corazón que Dios ama ver en nosotros.

Otro grave error que muchos cometemos (me incluyo por experiencia propia) es querer dar más de lo que podemos cuando no podemos. ¿A que me refiero? Dios nos dice en Deuteronomio 16:17: cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado
“La ofrenda de su mano…” Esto me hace pensar que a Dios le interesa que le ofrendemos lo que tengamos a mano, y que venga de nuestro corazón. Algunas personas incluso adquieren compromisos financieros por dar ofrendas en maratones de radio o televisión cristiana, en donde les ofrecen un milagro para la solución de sus problemas a cambio de sus ofrendas, y estas personas lo hacen en su desesperación por conseguir ese favor de Dios. Eso, además de injusto por parte de estas empresas religiosas, es causante de problemas para el que ofrenda. No critico a ninguna empresa cristiana que subsista de las ofrendas. Sé que hay varias de ellas que son reales obras de Dios. Pero sí hay algunas que orientan sus mensajes de modo que la atención principal se centre sobre las ofrendas, y mientras mas, mejor. Eso no es obra de Dios.
Otra forma en que podemos adorar a Dios con nuestro dinero es a través de nuestros diezmos.
Me llama la atención el famoso pasaje de Malaquías 3:10 en la Biblia. Leamos:
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Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde
Al buscar la palabra alfolí en un diccionario Bíblico, encuentro que es un sinónimo de Granero. En los tiempos bíblicos, y específicamente cuando fue escrito el libro de Malaquías (alrededor de 430 a.C.), era un lugar para almacenar el grano o los alimentos. Por eso dice este pasaje: “y haya alimento en mi casa”. Los diezmos y ofrendas eran en especie, posiblemente porque en ese tiempo no existían las monedas como existen actualmente. Las ofrendas y los diezmos al Señor eran presentados de lo mejor de los granos, del ganado y de los vegetales, frutas y verduras que eran cosechados, para que hubiera alimento en su casa.
Dios probaba de esta forma la fidelidad de sus hijos, a la vez que suplía las necesidades de sus siervos de la familia sacerdotal, quienes comían de la comida del santuario.
En este verso, Dios también nos reta a probarlo. Pero, no es un reto del tipo: “dame dinero y te daré mucho más dinero”. Dios nos reta a probar su fidelidad, en respuesta a nuestra fidelidad a Él. Nuevamente, en este caso no se trata en sí, de la plata que damos como diezmos u ofrendas. Se trata de ser fieles al Señor trayendo esto (la cantidad que sea o corresponda) con nuestra gratitud hacia Dios.
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Dios dice que le probemos. Independientemente del resultado que obtengamos, que nuestra motivación al traer nuestros diezmos a Dios sea agradarle a Él. Que sea ayudar a otros por amor a Él. Que sea bendecir a nuestras autoridades espirituales por gratitud a lo que Dios hizo en nuestras vidas a través de ellos.
Que nuestra motivación sea el amor y no el interés.

Es un hecho que Dios quiere que demos. Hechos 20:35 dice:
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir
A Dios le gusta que nosotros demos, pero de manera que lo que demos sea de utilidad para los que lo necesitan.

Foto: Kenneth Madrid
El ejemplo más grande que yo he visto fue el de mi madre, Rosario Valenzuela. Ella amó a los niños, sin importar su procedencia. Amó a sus vecinos y les ayudó cuando se le requirió. Mi madre no poseyó riquezas económicas en abundancia. Más bien, poseyó un corazón que valía miles de billones delante de Dios. Yo mismo fui testigo de las bendiciones que recibió. Su harina y su aceite nunca faltaron. En su mesa siempre abundó la comida y con ella pude ver el milagro de la multiplicación de alimentos en repetidas ocasiones. A veces, preparaba una olla mediana de sopa u otro alimento, y me mandaba a mí a repartir en ollitas pequeñas: “esta es para David…esta para la vecina que está enferma…esta es para Luisa…etc.” Y aunque sacaba y sacaba, al final comíamos todos en casa y aun los que venían de visita, y todavía sobraba para guardar un poco.
Era increíble ver el gozo y satisfacción en sus hermosos ojos verdes, que brillaban al sentirse satisfecha de su milagro, que Dios le repitió en incontables ocasiones durante su vida en esta tierra.
Dios nunca se fijó en su dinero, aunque era fiel en sus diezmos y ofrendas. Dios más bien recompensó ese corazón lleno de amor por el Señor y pasión por las almas necesitadas.
Si somos impulsados por el Señor a dar u ofrendar, vayamos y demos, y no nos cansemos de hacerlo. Seamos fieles a Dios con lo que El mismo nos da.
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. 2 Cor. 9:7


Comentarios

  1. Respuestas
    1. Muchas Gracias por leer y por su comentario. Si me regala su email, con gusto le envío el PDF del libro de donde salió este artículo.

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