En este día quiero iniciar con una serie de fragmentos de mi libro que hablan de 5 formas en las que podemos adorar a nuestro Dios. Cabe resaltar, que esto no es algo nuevo, ya que todo está basado en la Biblia. Sin embargo, es algo que el Señor me reveló a mi, de un aspecto de nuestra relación con la Divina Trinidad, que muchas veces pasamos por alto. Inicio entonces con:
Adoración con Música: (Para personas que sirven a Dios en ministerios musicales)
Tanto la música de adoración como la de alabanza, son herramientas poderosas en la vida cristiana de hoy en día y desde siempre. Y no quiero hablar de los deberes de los músicos y los cantantes que adoran al Señor. Creo que se ha escrito suficiente de ello en muchos libros por mano de muchos autores, además de lo que está escrito ya en la Biblia. Mas bien, quiero recordarnos (me incluyo como uno de ellos) que somos simples instrumentos en manos de Dios, privilegiados con el maravilloso don de la música. Pero en lugar de creernos superiores a otros por ello, deberíamos sentirnos responsables ante los demás de cultivar estos dones, y de utilizarlos de manera correcta delante de Dios. Si Dios mueve su poder cuando nosotros cantamos o tocamos un instrumento, lo hace por una o ambas de las dos razones siguientes: por la integridad de nuestros corazones delante de Él o, por la necesidad que la gente que nos escucha tiene, de recibir un toque de Él. Sin lugar a dudas, Dios se mueve en las alabanzas de su pueblo, no necesariamente por lo buenos que seamos tocando nuestros instrumentos, sino por la necesidad del corazón de su pueblo.
Y no confundamos tampoco recibir un toque del poder del Espíritu Santo, con algunas sensaciones físicas y emocionales masivas, que sentimos a veces, producto de buenos ritmos o sistemas de sonido poderosos, que hacen resonar nuestros pechos por las vibraciones de sus bocinas.
Es por esa confusión que a veces sentimos una gran emoción al cantar en las iglesias, pero, una vez terminada la música, se acabó la emoción. No hay más sensaciones. Luego, cuando viene la enseñanza del pastor, sacerdote, o líder de la iglesia, nos da sueño, nos acordamos de los frijoles en la lumbre, pensamos en la deuda que hay que pagar, etc. Y cuando regresamos a casa, volvemos a tristes y cotidianas realidades. No quiero desmeritar los fabulosos programas musicales que viven la mayoría de nuestras iglesias de hoy. Los músicos y cantantes que adoramos a Dios y dirigimos a la gente en adoración, deberíamos dejar de buscar el protagonismo de la escena, y dejar que Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sean los verdaderos protagonistas. Hoy en día es fácil reconocer quien es el director de alabanzas en una iglesia.
Es el que anda con peinados especiales, vestido a la moda, parado frente al micrófono central y a quien rodean los demás en el escenario. Lo digo porque lo he visto, y en un tiempo que no quiero ni recordar, también lo viví. Busqué ser el centro de la obra. Yo fui nombrado en ese tiempo como “director de alabanza” de una determinada iglesia de mi ciudad. Yo creí que mandaba. Yo creí tener el control sobre los demás muchachos que formaban parte del grupo. Me invitaban a cantar en otras iglesias y me di el lujo de escoger a cuales ir y a cuales no, puesto que yo era “el músico”. Pero Dios aborrece el protagonismo y nos da lecciones en las áreas en las que nos puede doler, para hacernos entender. Luego de algunos meses de “gloria” en este ambiente, las invitaciones empezaron a decaer. Ya no me llamaban. Ya no me buscaban. Buscaban a otros.
Y lo que más me dolió en ese momento, fue que en mi propia iglesia pusieron a otro en mi lugar.
Durante un período de casi dos años pasé sin recibir una tan sola invitación para cantar. Me conformaba en ese tiempo, si tan solo hubiera podido cantar en grupitos de crecimiento en hogares. Pero ni eso sucedió. Lo que si sucedió fue un milagro. A medida que observaba a otros tocando en lugares en los que anhelaba estar yo, mi orgullo, junto con mi nombre de “líder de alabanza” se vinieron abajo. Comprendí que el único que podía tomar la gloria de lo que yo hacía con mis dones y talentos, era Dios mismo. Después de pedir perdón a Dios y a mis líderes espirituales, Dios empezó a darme nuevas oportunidades y nuevas canciones empezaron a venir a mi mente y a mi corazón.
Hoy, cuando tengo la oportunidad de cantar al Señor en un evento, procuro dar lo mejor de mí para agradar a mi Dios y lograr así tocar su corazón, y guiar a los presentes a tener un contacto con el Espíritu de Dios.
Nunca debemos olvidar que la gloria es de Dios y El no la comparte. Además, El conoce nuestros corazones hasta en lo más profundo y sabe lo que piensan nuestras mentes. Como músicos adoradores, tenemos un compromiso delante de Dios y de los hombres, pero también tenemos un privilegio. No lo echemos a perder creyéndonos más de lo que somos. Romanos 12:3 dice: Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno
Sigamos adelante en el camino que hay que recorrer en este mundo de la adoración y la alabanza. Pero tengamos las motivaciones correctas.
En el siguiente post hablaré de como adorar con música cuando no ejercemos el ministerio musical.
Paso a visitar su hermoso blog, les dejo un afectuoso saludo desde El Salvador Centroamerica.
ResponderEliminarMi blog www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
hola donde puedo encontrar en chile este libro o donde puedo comprarlo porque he preguntado en muchas librerias cristianas y no lo puedo encontrar te dejo mi correo para que me puedas responder sogayar1@hotmail.com gracias y bendiciones
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