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Barro en Manos del Alfarero

Ahora pues, Jehová, Tú eres nuestro Padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. (Isaías 64:8)

Siempre me ha fascinado la sencillez y la belleza de los productos de barro. Y cuando leía versos como el anterior en la Biblia, tuve la tendencia a pensar que al hablar de nosotros como barro en manos del Señor, se refería precisamente a la sencillez de este producto de la tierra. Pensé que hablaba de que debemos ser sencillos. 
Pero, el fin de semana pasado, anduve acompañando a reporteros de un canal de televisión nacional, quienes hacían un reportaje de mi ciudad. Al llevarlos a observar a los alfareros locales, y escuchar el relato del proceso de manufactura de sus hermosas piezas de arte, mi percepción de estos versos de la Biblia cambió radicalmente. Mientras hacía las siguientes fotografías (que espero disfruten), reflexioné lo siguiente:
1. Primero, la materia prima es seleccionada cuidadosamente de acuerdo al producto en que se convertirá. Existen varios tipos de barro: El que se convierte en figuras u objetos decorativos es uno que no puede rajarse en el proceso de moldeado. Este, se expande al secarse y por lo tanto, se pone en contacto directo con la tierra, porque esta le permite al barro expandirse (cosa que no sucede con el concreto u otros materiales sólidos). Al quemarse, este barro es resistente a la intemperie. 
El otro tipo de barro sirve para hacer utensilios de cocina, como tazas, ollas o platos. Este, es impermeable y al momento de quemarse, adquiere un tono brillante natural.


El otro tipo es el barro que se usa para crear piezas que se someterán a calores extremos, como los comales o las hornillas. Este barro, al ser quemado, es resistente a altas temperaturas.
Descubrí entonces, tomando en cuenta que somos barro en manos de nuestro Dios, que somos moldeados de acuerdo a una función específica. Todos nacimos teniendo dones, talentos y características de nuestro ser  interior que nos hacen diferentes, pero especiales para el Señor.

2. Segundo, la materia prima por un proceso de limpieza o purificación, en el cual el alfarero saca de ella todas las impurezas (pajas, raíces de plantas, piedrecillas, etc.) En este proceso, el barro se humedece y se va golpeando duramente con mazos, palos o tubos, y se va limpiando hasta que adquiere la consistencia y la integridad que el alfarero requiere. Sin importar el producto final, todos los tipos de barro pasan por este proceso.
Pensando en nosotros, los hijos de Dios, cada paso duro que hemos pasado, cada problema o vicisitud que nos golpea, me hace recordar a esa masa de barro siendo golpeada por el maestro alfarero. Es duro, pero es necesario si se quiere alcanzar una obra maestra.

3. Luego, viene el moldeado. Aquí, después de la purificación y que el barro tiene su consistencia ideal, el maestro alfarero lo toma en sus manos expertas y poco a poco, con amor y dedicación, da forma a la pieza que ya tiene en su mente. 
Imagino a mi Dios, con cada golpe que ha permitido en mi vida, que bella sonrisa dibuja en su rostro al pensar en la imagen de lo que el planea que yo sea.

4. Por último, todas las piezas, sean estas para adorno, para utensilios de cocina, o para soportar altas temperaturas, deben pasar por el fuego. Los expertos nos explicaron, que en los tipos de hornos que ellos utilizan, las piezas reciben 8 horas de fuego. 4 de ellas con fuego intenso y 4 con fuego lento.
En ese momento comprendí, que sin lugar a dudas, todos los que somos "barro en manos del Señor", debemos pasar por estos procesos. Dios nos elige y nos da habilidades. Luego nos limpia, nos purifica. Después, nos moldea a la imagen de su voluntad para nuestras vidas. Al final, nos pasa por el fuego. El fuego quema, pero termina de purificar (Isaías 48:10)
Al final, el producto resultante son verdaderas obras de arte, a la imagen de lo que el maestro alfarero tenía planificado. Y luego de meditar un poco en esto, me di cuenta de que en todo el proceso, el alfarero no se aparta de su creación. Esta presente al escoger la materia prima, al limpiarla, al moldearla y al quemarla.

Ahora, tengo un concepto mas humilde de las pruebas por las que tengo que pasar.
Ahora comprendo que lo que dice el verso inicial relata una preciosa relación de amor entre el alfarero y su creación. Es una relación de amor entre Dios y sus hijos. El nos forma, porque nos ama y quiere que seamos todo lo que podemos ser, de acuerdo al plan de vida que el ha escogido para nosotros.
Ahora, acepto con mayor humildad y gozo, cualquier prueba que pueda pasar, porque en todo, Dios nunca se aparta de mí.


Que Dios les bendiga!!!


(fotografías originales de Kenneth Madrid)

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