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El Divorcio y Yo


Esta es la primera vez que hablo en público sobre mi proceso de divorcio. Y no… No se trata de una película de romances fallidos y desencantos o de señalar un culpable en tal situación.
De lo que si quiero hablar, va orientado a aconsejar a la vez que a llamar la atención.
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Aconsejar a quienes están pasando por algo similar, o que tienen una relación estable y no quieren pasar por ello.
Llamar la atención de aquellas personas, especialmente líderes espirituales, quienes a veces cometen grandes errores en su afán, no de ayudar, sino de sonar y sentirse como ángeles protectores enviados por el cielo como solución para nuestros problemas maritales; para que no cometan dichos errores con las ovejas que Dios les encomienda en su camino.
Antes de empezar quiero resaltar algunas cosas de importancia:

Primero, quiero resaltar que no hubo un culpable en el deterioro de mi relación. No fui yo, o mi exesposa. No hubo 1 culpable, sino 2 responsables. Ambos lo fuimos, por tomar decisiones equivocadas o dejar de tomar buenas decisiones en el momento oportuno; responsables por decir cosas hirientes pensando en que “la verdad duele” o que “yo soy así y digo las cosas de frente”; ambos fuimos responsables por permitir la entrada de terceras personas en una relación que está planificada solo para dos; y no me refiero a amantes o parejillas de una noche, sino a: padres, hermanos, tíos, amigos, primos, hijos, etc. Estoy convencido que ni aun los hijos tienen cabida en la relación de pareja. Es y siempre debe ser solo para dos. ¡Punto!
Segundo. Al final del proceso, la mentalidad de cada uno debe enfocarse en lo que está por delante dejando atrás lo que ya pasó. Bien dice el dicho: “no sirve llorar sobre leche derramada”.
Cuando el divorcio se ha realizado, ambos exintegrantes de la pareja deben orientar sus esfuerzos hacia el auto desarrollo y la auto mejora.
Buscar sacar un clavo con otro, dar celos, hacer boberías solo para “castigar” al que nos dejó, aparte de una completa estupidez, no trae beneficio alguno a nuestras vidas. Muy por el contrario, nos debilitan, nos desgastan y pueden terminar de hundirnos en la depresión y llevarnos a estados anímicos, espirituales y hasta físicos deplorables.
Tampoco sirve de nada estar peleando como enemigos acérrimos, especialmente cuando hay hijos de por medio. No quiero decir con esto que vamos a ser los BFF (Best Friends Forever) después de un proceso desgastante como un divorcio. Pero, por el bienestar de los hijos, y de uno mismo, lo más sabio es llevar una relación de acuerdo y cordialidad. Sé que se dice mucho más fácil de lo que es en realidad, especialmente cuando en nuestro proceso de separación pasamos por pleitos que nos hirieron en lo profundo de nuestro ser. Pero, siendo sincero conmigo mismo, he llegado a concluir que no por tener la razón y gritar con fuerza, voy a lograr un cambio o un acuerdo que beneficie en primera instancia a mi hijo, y luego a mí. De ninguna manera. Además, no tiene ningún sentido crear un abismo con los hijos debido a pleitos y discusiones con alguien que siempre será su mamá o su papá. Algo está claro, que cuando hay hijos de por medio, siempre debe haber una relación con nuestra expareja. Y algo más esta también claro: Nada, por bueno que sea, puede traer de regreso el hogar que un día tuvimos, mucho menos lo harán los pleitos y discusiones.

Ya para entrar en materia, quiero hablar a quienes están pasando por un proceso de divorcio, o tienen una relación estable y no quieren pasar por ello.
No tengo las respuestas ni soy un gurú de las relaciones saludables. De serlo, el divorcio no me habría ocurrido.
Pero si puedo, desde una perspectiva muy terrenal, dar algunos consejos:
1.       Como lo mencioné anteriormente, la relación de pareja es de dos individuos. Por mucho que queramos, ahí no cabe mamá, papá, o familiar alguno de ninguno de los miembros de la pareja. Ni siquiera los hijos (para ellos, el tiempo debe dedicarse aparte del que dedicamos para nuestra pareja). Es decir, solo cabemos los dos, pero, en resumidas cuentas, somos seres individuales. En una relación de pareja, nos amamos, nos respetamos, estamos juntos todo el tiempo que podemos, pero……. También necesitamos espacio y tiempo a solas. (No para estar chateando con otros o hacer idioteces que dañarán nuestra relación) Es tiempo para re evaluarnos y re inventarnos y recargar pilas (con Dios, para aquellos que somos creyentes). Debemos aprender a respetar ese tiempo y espacio de nuestra pareja. Pero cuando es tiempo de dedicarnos el uno al otro, es tiempo del uno para el otro. Una cena “romántica” donde estaremos dele que dele con nuestro celular; o compartir un hermoso atardecer para estar hablando como un “yoyo” solo de nuestros asuntos propios; son ejemplos de las cosas que debemos evitar hacer. Y por si se le está ocurriendo que babosadas sexuales de los “tres quiebres del gato ahogado” o la “posición del mono drogado” (entienda el sarcasmo) va a encender la “chispa” que falta, usted lo que necesita es una cita con algún buen psiquiatra. Una buena relación va mucho mas allá del sexo. Una buena relación “incluye” el sexo, pero es por sobre todo nuestra comprensión, nuestro amor, nuestro cariño, los juegos, etc. Es hacer sentir a nuestra pareja que estamos ahí para el/ella en las buenas y en las malas.
2.       Debemos entender que, si somos creyentes, Dios no nos resolverá nuestra relación, si no se lo permitimos. Dios obra cuando le pedimos (ambos) que nos cambie, pero también, cuando le permitimos que nos cambie. Cuando no dejamos de lado el estúpido orgullo y nos enfrascamos en que siempre tenemos la razón, ni Dios en su infinito poder logrará cambiar nuestra relación, no porque no tenga el poder para hacerlo, sino porque El es un gran Caballero, y no entra donde no se lo permiten. Dice un dicho: “El entendido a señas y el necio a palos”. Pero un orgulloso, ni a señas, ni a palos. El orgullo es un pésimo compañero de hogar. Cuando nuestra relación está en juego, y realmente anhelamos rescatarla, siempre existe un buen momento para doblegar nuestro orgullo y bajar un poco la guardia para permitir la entrada al verdadero amor y a Dios. Un consejero espiritual, puede ayudar a encaminarnos, pero tampoco va a resolver nuestra situación. Así que olvidémonos un poco de ir a llorarle al sacerdote, al pastor, al apóstol o a la profetisa….Demos nuestro paso adelante, tomando la iniciativa de bajar nuestro orgullo y anteponer el amor (si es que es lo que realmente tenemos)
3.       El divorcio representa una pérdida, y como toda pérdida, necesita un tiempo de luto y recuperación. Pero, no debemos permitir que ese período nos ocupe tanto que cuando lleguemos a salir ya hayamos perdido un tiempo valioso que pudimos haber aprovechado para algo productivo. Debemos levantarnos, sacudirnos el polvo que nos dejó este proceso y seguir adelante. Pero…debemos hacerlo por nosotros mismos, porque nos amamos de verdad a nosotros mismos y queremos seguir nuestras vidas de una manera normal y corriente. Nunca haga algo por superarse solo para darle “carita” o “celos” a su expareja, como para que se sienta mal por lo “que se perdió”. De ninguna manera. Hágalo porque usted es un hijo (a) de Dios que merece ser feliz y merece ser tratado bien, empezando por usted a usted mismo. Haga lo que esté a su alcance para ser una mejor versión de si mismo, pero porque ya se ha mentalizado que usted se lo merece.
4.       Cuando hay hijos, dejan de ser matrimonio, pero no padres. NUNCA cometa el error gravísimo de hablar a su (s) hijo (s) en mal o en contra de su expareja. Eso solo demuestra que usted es una persona infantil, vengativa e inmadura. Una persona inteligente y madura antepone el amor por sus hijos antes que sus propios sentimientos o pensamientos. Además, en la medida que sus hijos vayan creciendo, darán a usted o a su expareja la razón de haberse separado, pero por su propia cuenta, porque ellos aprenderán a conocerles mejor cada día. Tratar de poner a un hijo en contra de uno de sus padres es una de las formas mas viles, bajas y ridículas de venganza. Por otro lado, puede suceder, que en lugar de vengarse de su expareja, usted termine convirtiéndose en la víctima de su propia venganza, logrando que sus hijos vayan mas bien en contra de usted.
5.       Sacar un clavo con otro….craso error. Dejo esto por último, pero no es menos importante. Para empezar, las personas no somos clavos. Somos seres humanos con sentimientos y emociones. Buscar una relación con otra persona, recién saliendo de su separación, sin haber sanado por completo su propio corazón, es como patear una piedra con una pierna fracturada (fracturada con otra piedra). Suele pasar que personas que salen de una relación terminada, buscan refugiarse en brazos de alguien igual o mas vulnerables que ellos mismos. Dese su tiempo, si el consejo lo vale. Tome un tiempo prudencial para dedicarlo a buscar a Dios, a estudiar, a mejorarse a si mismo. Si en el futuro, Dios trae alguien a su camino, ni cosa mejor, pero deje de querer curar un corazón roto, buscando de inmediato otro martillo que lo rompa aun mas. Una nueva relación debe nacer de Dios, si….pero también debe salir de la razón antes que del corazón. No porque alguien vaya a la iglesia todo el tiempo significa que será un buen partido para usted. O no porque alguien no vaya a x iglesia significa que será una mala persona. En cualquiera de los casos, entienda por favor que ninguna persona debe entrar a nuestro mundo (o nosotros al de ella) para SUSTITUIR al que ya no está. Una nueva relación debe ser eso….NUEVA. Jamás debemos corromper nuestra relación naciente con la maldita costumbre de estar comparando con aquel (o aquella) que se fue. Una NUEVA relación es un inicio a partir de CERO. Pero, con la ventaja, que ya tenemos la experiencia que nos puede enseñar a no cometer los errores que cometimos en nuestra relación anterior.

Ahora, con su permiso, quiero tomar unas palabras para aquellos que se acercan a nosotros para “aconsejarnos”, aunque no siempre lo hacen con la intención de ayudar.
Señor pastor, señora profetisa, Señor sacerdote, Señor apóstol….
Me permito recordarles que por sobre todo, usted es un servidor de nuestro Dios, en cuyo llamado pastoral está el asuntito ese de: apacentar ovejas…..y….. tomarla en sus hombros, curar sus heridas y volver al redil.
Cuando uno está pasando por un proceso difícil como un divorcio, si les buscamos es para que nos escuchen, para que oren con nosotros, para que nos den un consejo. No estamos en está situación porque queramos estar en ella. No les buscamos para que nos juzguen o para que nos hundan con sus palabras de maldición. Durante mi proceso viví varias experiencias con pastores, a quienes he considerado mis amigos, y sin dar nombres, dejaré esas experiencias para que ustedes que leen esto, no cometan los mismos errores. ACLARO, que no juzgo ni digo que estas personas sean malas por las experiencias que viví con ellos. Solamente aprendí a verlos como simples seres humanos mortales que cometen errores como yo los podría cometer.
a.       En lo personal, un pastor de una iglesia, a quien yo he considerado mi amigo, simplemente me dio la espalda. Le busqué y le llamé muchas veces y siempre me caía la llamada a buzón de voz. Un día que pasé por su casa, de suerte estaba fuera de la misma, y me escuchó con el cariño que le identificaba, pero terminó pidiéndome que fuera a “su” iglesia. No fui, y, no volví a saber de el. De vez en cuando recibo un mensaje (de esas cadenas que se re-re-re-re-envían). Pero nada mas. Me demostró que si no voy a su iglesia, el no estará para mi.
b.       Otro pastor, a cuya iglesia asistimos y en la cual servimos durante bastante tiempo, al dejar de asistir a ella, por el mismo proceso de separación que estábamos viviendo, dejó de llamarme. Cuando me contestaba las llamadas, era solo para darme palabras y repetirme una y otra vez la historia de que mi exesposa hizo esto o lo otro que le abría las puertas al diablo. Repito, yo necesitaba consejo, un oído amigo que pudiera escucharme y porque no, dedicar un momento a orar por mi. Pero en su boca, solo existía juicio para ella. Yo, en otras circunstancias, me habría alegrado por estar “a mi favor” y en “contra” de ella. Pero yo busqué en todo momento sanar mi corazón, y eso, honestamente solo abona al odio y el rencor.
c.       Una pareja de amigos, consejeros espirituales, que solían buscarnos para hacer reuniones con nosotros, se dedicaron a hablar con ella y conmigo, y en ambos casos, la reluciente espada del juicio se levantó, contra ella y contra mi. Al final, no solo no se reparó la relación, sino que nuestra propia relación con ellos se fracturó.
Deben ustedes entender mis queridos siervos de Dios, que El no les ha llamado a ser juez. Ese papel solo le corresponde al Señor. Una persona que pasa por un divorcio no es mas pecador que uno que comete adulterio o uno que se enriquece con la fe. No dejamos de amar a Dios y definitivamente no nos convertimos en monstruos (y estoy hablando de quienes pasamos por este proceso teniendo a Dios en nuestro corazón. Hay algunos que verdaderamente si son monstruos, pero eso, es tema para otra ocasión) No padecemos algún tipo de enfermedad contagiosa que se les puede pasar si nos dedican tiempo. Somos seres humanos normales, con cargas y aflicciones como las que ustedes mismos pueden padecer.
Solo necesitamos un tiempo de un amigo que se goce con nuestro gozo y que llore con nuestro llanto. A veces, solo necesitamos ser escuchados, aunque sonemos a disco rayado. Somos humanos, somos imperfectos y cometimos grandes errores que nos llevaron a fracasar en nuestro matrimonio, pero no somos malos, o inferiores a ustedes. Somos personas que queremos salir adelante con nuestras vidas. Necesitamos un amigo, no un juez.


Por último, quiero terminar diciendo lo siguiente:
1.       En mi propia experiencia, no puedo decir que yo fui malo. Tampoco puedo decir que ella lo fue. No somos malas personas. Somos simplemente personas que cometieron errores, por los cuales seremos juzgados, pero por DIOS y no por hombre alguno
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2.       Lo que ya pasó pertenece al pasado. Es decir, no me sirve de nada estar martirizando mi mente y mi corazón recordando lo bello que no fue, lo bello que fue o lo bello que pudo ser.
3.       En mi historia, como en la de muchos, no hay culpables como ya lo mencioné. Hubo responsables de errores…..nosotros 2. Fallamos, queriendo o sin querer, pero fallamos no porque hayamos deseado el mal uno hacia el otro. Lo hicimos por inexperiencia, por infantiles o por bobos. Pero no por malos.
Espero que compartiendo esto, pueda ayudarte en alguna manera. Si eres una persona que pasaste o puedes pasar por un divorcio, no busques culparte como yo lo hice en un momento del proceso. No busques culpar a tu pareja. Definitivamente, no busques culpables. Simplemente deja en Dios todas tus cargas, y levántate mas fuerte que nunca, demostrándote a ti mismo que eres una persona que puede tener un inicio nuevo.

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